Ganadería

Carne: una industria que colapsa

La cadena de producción del mercado ganadero viene sufriendo múltiples trabas que parecen no tener solución a corto plazo.

Por Belén Benítez | 31-03-2020 05:30hs

Desde los días previos a que se decrete la cuarentena, comenzó a presentarse un escenario sin precedentes que complica considerablemente a la industria cárnica nacional.

El paro de comercialización convocado por la Mesa de Enlace Agropecuario, los días de lluvia que lo siguieron y la ola de demanda motivada por el miedo al desabastecimiento como consecuencia del COVID-19 generaron una disminución en el stock que se vio representada posteriormente en los precios en góndolas y mostradores de manera positiva.

Sin embargo, parecería que la onda verde de precios llegará a su fin pronto, luego de que toda la producción que encuentra dificultades para ser exportadas, por la misma realidad de los mercados internacionales, sea ofertada al mercado interno, aumentando la oferta y depreciando la carne a sus precios promedios o aún un poco menos; lo cierto es que los valores de la media res no se mantendrán en los $220 o $240 por kilo sino que se podría esperar que vuelvan a los $205 o $190.

Por el aislamiento social obligatorio y el desinterés de los mercados del mundo, las curtiembres están dejando de retirar los cueros de los frigoríficos.

A la potencial merma de precios por la sobreoferta que derivaría de las trabas en las exportaciones se le suman otras problemáticas, también consecuencia del COVID-19, que ponen en duda el futuro de la industria: por el aislamiento social obligatorio, ciertos frigoríficos decidieron reducir en 2 días las jornadas de faena lo que implica un costo a absorber por la capacidad ociosa que deberá ser trasladado al valor del producto o al precio de la hacienda en pie.

Paralelamente, los frigoríficos encuentras obstáculos logísticos para operar: por el aislamiento social obligatorio y el desinterés de los mercados del mundo, las curtiembres están dejando de retirar los cueros de los frigoríficos, obligando a los frigoríficos a funcionar entre cueros en descomposición para continuar la tarea. Se trata de toneladas de desechos que generan daños medioambientales si no reciben el tratamiento correspondiente. Pero tratarlas implica un costo que las curtiembres no quieren pagar.

Las curtiembres decidieron dejar de retirar los cueros de los frigoríficos. Estos últimos, ante la decisión, ofrecieron regalar la materia prima con tal de que se hagan cargo del desecho.

La ola expansiva de COVID-19 que atraviesa a todas las industrias del mundo, en especial los principales mercados a los cuales se destina el 90% de lo producido por las curtiembres nacionales, bloqueó parcialmente las exportaciones y el panorama se asemeja a la crisis que la industria de los cueros atravesó en 2008. La crisis de ese año y el consecuente freno de la industria automotriz y tapicera dejando grandes cantidades de stock de cuero que no pudo ser exportado y deprimiendo el valor de este subproducto. A su vez, el mercado del cuero sufrió una caída en la demanda de un 70% a nivel mundial en sólo 5 años gracias a los sustitutos sintéticos de gran aceptación que invadieron los mercados.

Los cueros se seguirán pudriendo en los frigoríficos, aumentando la presión sindical para cesar las actividades por las condiciones de salubridad.

Por estas razones, las curtiembres decidieron dejar de retirar los cueros de los frigoríficos. Estos últimos, ante la decisión, ofrecieron regalar la materia prima con tal de que se hagan cargo del desecho. Sin embargo, las curtiembres rechazaron la oferta y propusieron que los frigoríficos le paguen el servicio de retiro del cuero, del salado y de la materia prima que implica salarlo; de lo contrario los cueros se seguirán pudriendo en los frigoríficos, aumentando la presión sindical para cesar las actividades por las condiciones de salubridad.

Los frigoríficos deberán hacerse cargo entonces de un costo extra para salarlo o para desechar apropiadamente estos cueros putrefactos, sumada a la pérdida económica que implica no recibir los ingresos habituales por el subproducto. Otra pérdida para la industria surgen de las menudencias, cebo y hueso, que usualmente se destinaban a parrillas y restaurantes, que al frenarse la atención al público disminuyeron sustancialmente la demanda.

Todos los factores que concurren en la industria de manera inédita parecen desembocar en problemas: menos jornadas de trabajo en el frigorífico y las que restarían entre condiciones de salubridad dudosa, los traslados de esos costos en los precios, las trabas en las exportaciones, los cueros en putrefacción y la recesión podrían generar un colapso de la cadena a mediano o corto plazo

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