El polaquito que llevo su apodo hasta la muerte.

El Polaco Goyeneche

Por Christian Fasani | 08-04-2020 08:00hs

Roberto Goyeneche nació un 29 de enero de 1926 en una casa muy humilde del barrio de Saavedra, barrio que no abandonó jamás.

Su padre muere a los 26 años, cuando él apenas tenía 3 en la vivienda de Melián al 3000, su madre, María Elena Costa, se ganaba la vida como lavandera, planchadora, costurera.

De chico ya escuchaba tangos, hace la primaria en la escuela de su barrio, termina a los 12 años, aprende a escribir a máquina en la Pitman y consigue su primer empleo para copiar escritos en un estudio de abogados. Por las tardes, con otros chicos del barrio, se juntaban en una inmensa quinta donde abundaban los jilgueros, gorriones y cabecitas negras. Su amor por los pájaros era una de sus más caras pasiones.

Era fanático de Platense, el club del barrio. No faltó ningún domingo a la cancha hasta bien pasados los 20 años. El polaco ya cantaba para afuera, para adentro canto desde siempre.

Su amor por los pájaros era una de sus más caras pasiones.

Mantenía una sana rivalidad con un vecino compinche, el gran cantor Miguel Martino quien se dio el lujo de derrotarlo en un concurso. Con los años, Martino fue integrante de orquestas de primer nivel como Rubén Sosa, Miguel Calo y Jorge Caldara.

A veces la fama, la celebridad, la gloria, la mitología que reviste a un artista personal, hace olvidar su vida doméstica. Sobre todo, las desventuras del comienzo, la experiencia al hombro de haber tenido un golpe de suerte, una casualidad, una gauchada.

El Polaco Goyeneche fue hombre de Saavedra hasta el día de su muerte, era una simple condición de hijo de barrio, un muchacho común.

El polaco es una referencia cariñosa que también nació en los viejos café de la barriada, un apodo que se prolongó por los años y se convirtió en su nombre de guerra.

Fue colectivero de la línea 219, y mientras cumplía con su trabajo el Polaco cantaba con toda voz entreteniendo a sus pasajeros. Una madrugada de 1951, en la última vuelta, estaba cantando un clásico, Mano a Mano,a su modo, sin imitaciones. Lo escucha un pasajero trasnochado que resulta ser Justo José Otero, representante artístico de Horacio Salgan y recordado glosador de su conjunto. Sorprendido por la voz y la interpretación de Goyeneche lo invita a un ensayo para reemplazar a Horacio Deval. Elije el tango Alma de loca.

Fue colectivero de la línea 219 y mientras cumplía con su trabajo el Polaco cantaba con toda voz entreteniendo a sus pasajeros.

Antes de terminar su interpretación, Salgan lo interrumpe, detiene la melodía y le pregunta ¿Pibe tenés un traje negro? Y en el tiempo que al Polaco le llevo contestar unSI”,Salgan le entregó un contrato como cantante estable de la orquesta y el debut sería esa misma noche

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