Política

De Bolsonaro a Milei: el surgimiento de la derecha radical en la región

Hace tres años ganaba las elecciones brasileñas Jair Bolsonao. Hoy en Chile, Kast se perfila como el favorito para quedarse con la presidencia y en la Argentina se da el fenómeno del libertario Javier Milei. Los motivos de la emergencia de la derecha radical.

Por Ignacio Lautaro Pirotta | 06-11-2021 10:50hs

Hace tres años, Jair Bolsonaro ganaba las elecciones brasileñas y se convertía en el presidente del país con mayor territorio, población y PBI de la región. Su ascenso al poder llamó la atención del mundo debido al discurso agresivo y radical. La gran pregunta que muchos observadores de la política internacional se hacían era ¿Qué sucedió en Brasil para que llegue a la presidencia un reivindicador de la dictadura, con un discurso intolerante y violento?

Hoy en la región han surgido otros políticos representantes de la derecha radical, como Rafael López Aliaga, conocido como el “Bolsonaro peruano”, que obtuvo el 11% en las presidenciales de este año y hoy es un férreo opositor de Castillo. Keiko Fujimori, que disputó la segunda vuelta, también puede encuadrarse dentro de ese espacio ideológico, aunque su figura es anterior y responde más a la persistencia del fujimorismo.

En Chile, donde hay elecciones el 21 de noviembre, José Antonio Kast lidera las encuestas de intención de voto y, aunque el escenario es de alta fragmentación del voto, aparece como favorito para la segunda vuelta. Kast reivindica la dictadura de Augusto Pinochet y promete hacer una zanja en el norte de Chile para frenar la inmigración. Desde luego, la idea de la zanja recuerda al muro de Trump para frenar la inmigración desde México. Kast se dice admirador de este, además de afín a las políticas de Bolsonaro. 

Entre los elementos en común en los discursos de los diferentes referentes de la derecha radical -entre los cuales hay también algunas diferencias- se encuentra la utilización de los valores de “la familia” y “la libertad”. Es interesante ver como este último elemento, la libertad, ha ganado fuerza luego de la pandemia de Covid-19, en donde los gobiernos impusieron restricciones de distinto tipo a los fines de disminuir la transmisión del virus. La idea de la libertad tiene una enorme fuerza de movilización y al mismo tiempo es suficientemente amplia y vaga como para interpelar a un público que no necesariamente se autodefine en términos de “derecha” o “izquierda”. 

Tampoco puede pensarse el surgimiento de las derechas radicales (y en menor medida el fortalecimiento de izquierdas radicales) sin el descontento con la política o lo que algunos han llamado de “crisis de la democracia”.

Kast emerge en un Chile donde la derecha tradicional, representada hoy por el gobierno de Sebastián Piñera ha caído a niveles mínimos de aprobación, envuelta en escándalos de corrupción. Las grandes movilizaciones populares de la izquierda en los últimos años y la revisión de la constitución pinochetista son el telón de fondo del ascenso de Kast. 

En Brasil, la emergencia de Jair Bolsonaro es inconcebible sin la implosión del sistema de partidos, luego de los escándalos de corrupción y la crisis económica, estructurado hasta entonces principalmente a partir de la polarización entre el Partido de los Trabajadores (de Lula da Silva y Dilma Rousseff) y el Partido de la Social Democracia Brasileña (el PSDB, de Fernando Henrique Cardoso y José Serra, entre otros nombres relevantes). 

En Argentina las elecciones de 2019, luego de la crisis económica de los últimos años del gobierno de Mauricio Macri, ya mostraban un crecimiento de fuerzas radicales de derecha, con José Luis Espert y José Gómez Centurión, pero también en el propio discurso de la entonces coalición gobernante. 

En las elecciones legislativas de este año, el gran emergente ha sido Javier Milei. Aunque el éxito de los libertarios está restringido a la Ciudad de Buenos Aires, Milei llega junto con otros referentes que reúnen elementos similares, desde Espert hasta Patricia Bullrich. La presidenta del PRO ya había declarado que le gustaría incorporar a Milei a sus filas, anhelo al que se sumó esta semana Mauricio Macri. Camino inverso realizaron Cynthia Hotton y Gómez Centurión, quienes ya pertenecieron a las filas del macrismo y hoy están fuera de la principal coalición opositora. 

El surgimiento de la derecha radical no se da sólo en América Latina, por el contrario. El primer gran referente surgido fue Donald Trump en 2016, pero también en España con Vox, en Italia con Mateo Salvini, en Hungría con Orbán. En Europa, el eurocepticismo, la oposición a la Unión Europea, despertó nacionalismos y desembocó en el Brexit, la salida de Gran Bretaña del bloque. En rigor, ya había habido un auge de “populismos de derecha” a comienzos de los 2000, pero esas fuerzas volvieron en el contiente con algo más de fuerza a mediados de la década pasada.

Se trata de un mundo en reacomodamiento político luego de la crisis financiera de Lehman Brothers, que estancó y revirtió el crecimiento y acrecentó la desigualdad, y también en reacomodamiento ante el avance del progresismo y la agenda igualitarista en cuestiones raciales, de género, migratorias y en algunos casos, como Brasil, sociales. 

El enojo con la clase política es otro punto central. Va en esa dirección el discurso contra la “casta política” de Milei, así como su exageración de la bronca, no solo con expresiones verbales, sino también con una gestualidad e imagen coherentes con ese discurso.  

Es posible que la derecha radical tenga más éxito en estas elecciones que lo que podría tener en otras como las presidenciales. El hecho de que sean legislativas (no es lo mismo votar para presidente o gobernador que para diputado) y que sean de medio término, en donde por lo general se suele evaluar al gobierno, castigando o premiándolo, favorece sus posibilidades de hacer una buena elección.

Como apunta el cientista político polaco Adam Przeworski en su libro Crisis de la democracia, en los últimos años en las democracias occidentales se observa un crecimiento de la desconfianza hacia los políticos, un menor apoyo a la democracia, menos confianza en las instituciones, en los partidos políticos y en los gobiernos. Además, señala Przeworski, existen crecientes diferencias en cuanto a las preferencias de políticas públicas, lo que podríamos incluir en la categoría de polarización.

De hecho en democracias con tradición bipartidista, como Francia y España, se ha producido una fragmentación política. En Estados Unidos si bien persiste el sistema bipartidista (alimentado fuertemente por las características de su sistema electoral) se observa el desborde ideológico por izquierda, en el caso de los Demócratas (Bernie Sanders u Ocasio Cortez, por ejemplo), y por derecha en el caso de los Republicanos, con Donald Trump como principal referente. 

En muchos casos la derecha radical emergente ha mostrado falta de compromiso con las instituciones democráticas y con los valores que sustentan la democracia: pluralismo, tolerancia, igualdad, libertad y sobre todo, la resolución de los conflictos de modo pacífico.

La invasión al Congreso de Estados Unidos el 6 de enero de este año, alimentada durante semanas por Donald Trump, es posiblemente el mejor ejemplo de los riesgos que supone la agitación permanente contra las instituciones, no solo por el desenlace con 5 muertos, sino por lo simbólico de la invasión que proponía evitar la validación de los resultados electorales y por tratarse del mayor referente de las derechas radicales, Donald Trump, ni más ni menos que en la que se jacta de ser la democracia más longeva del mundo. 

Frente a esto, la agitación permanente de denuncias de fraude en nuestro país, los discurso del tipo “hay que incendiar el Banco Central”, las promesas de prohibir las huelgas, reivindicaciones a las dictaduras latinoamericanas y el uso de la violencia simbólica y verbal en el debate político, entre otras cosas, deben constituir un llamado de atención. 

Resulta indispensable revalorizar la democracia, en su sentido más amplio, no solo como el voto, sino en sus valores y en como esos valores dan marco al debate público orientado a la búsqueda del bienestar general.

El crecimiento de las fuerzas radicales está estrechamente vinculado a las crisis económicas y sociales de la región, así como sucede lo mismo en el hemisferio norte. A esto se suma el choque cultural y la reacción al avance del igualitarismo en las últimas décadas, con políticas de discriminación positiva y la conquista de derechos por parte de las minorias, en muchos casos generando la percepción de desventaja para quienes no forman parte de esas minorias, y que a su vez por otro lado se ven en dificultades materiales. La derecha radical rescata el término "guerra cultural", utilizado hace varios años en Estados Unidos.

“Con la democracia no solo se vota, sino que también se come, se cura y se educa”, dijo Raúl Alfonsín en su discurso de asunción luego de la dictadura militar. El 10 de diciembre próximo se conmemorará el Día de la Democracia, en homenaje justamente a aquel día en que se recuperó la democracia en nuestro país, hace ya 38 años. Resulta indispensable revalorizar la democracia, en su sentido más amplio, no solo como el voto, sino en sus valores y en como esos valores dan marco al debate público orientado a la búsqueda del bienestar general.

Hoy más que nunca, resulta indispensable cumplir con aquello de que con la democracia se come, se cura y se educa. 

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