POR UN DEBATE TRASCENDENTE

Vivir en la Ruralidad, por NIDIA JURI

Tal como lo anunciamos, comenzamos a publicar aportes de distintos actores económicos, sociales y políticos sobre la cuestión de la Ruralidad. ¿Es una posibilidad compleja? ¿Una oportunidad para las jóvenes generaciones? ¿Es una necesidad estratégica nacional para lograr la plena ocupación territorial?

Por Redacción El Agrario | 06-03-2023 09:54hs

Hoy les presentamos las consideraciones de NIDIA JURI, referente de Agricultura Familiar del Senasa del Centro Regional NOA Sur (Tucumán, Catamarca y Santiago del Estero):

Vivir en la ruralidad para mí tiene, por supuesto, aspectos positivos y negativos, no solamente porque hay cosas que son positivas y cosas que son negativas, sino porque algunos aspectos son al mismo tiempo buenos y malos, tienen al simultáneamente consecuencias que podríamos definir como positivas y también negativas.

La ruralidad tiene, al menos en la provincia de Tucumán, qué es lo que más conozco, en Santiago y Catamarca la realidad es bastante parecida, pero puedo hablar con certeza de Tucumán. La Ruralidad tiene como principal dificultad los problemas de infraestructura insuficiente o deficiente.

Tucumán es la provincia más chica del país, pero los problemas de infraestructura se convierten en formas de aislamiento. Porque estar a 30 km con una ruta que está espléndida, es estar cerca; pero estar a 30 km con caminos que son casi intransitables y a veces realmente intransitables, por ejemplo cuando llueve o hay mucha seca, esa distancia se convierte en muy lejos.

Entonces, eso genera que las familias estén aisladas. Cuando digo aisladas es en distintos planos de la vida, aisladas de la salud, aisladas de la educación, aisladas de las demás personas, de las noticias, de un montón de cosas.

La Ruralidad tiene como principal dificultad los problemas de infraestructura insuficiente o deficiente, pero el nivel de hacinamiento que se vive en las ciudades no se sufre en las zonas rurales

Pero, por otra parte, para mí el aislamiento de la vida en la ruralidad tiene su aspecto “positivo”, sí, entre comillas. Lo primero que veo es la cuestión del espacio. Si nosotros pudiéramos hacer una ecuación entre lo que necesita un cuerpo humano para vivir y desarrollarse plenamente y su entorno, el decir, el espacio que tenemos hacia afuera de nosotros, veríamos que si comparamos cómo se vive en las ciudades con la dimensión del espacio en la ruralidad, el aislamiento es altamente positivo.

En otras palabras, el nivel de hacinamiento que se vive en las ciudades no se sufre en las zonas rurales.

Y la relación del espacio circundante con nuestro cuerpo también nos remite una cuestión de la dimensión del tiempo, o sea, hay una dimensión interna del tiempo distinta. Esto que siempre se menciona acerca de las vertiginosidad de las ciudades, no es que en el campo no andas a las apuradas pero son otras apuradas, distintas. Te apura que, si no siembras, ahora perdés el tiempo, que si no agarras las cabras en este momento, perdés el tiempo de las pariciones, puedes tener pérdidas productivas, o sea, te apuras de otra manera. Es un apuro en el que el tiempo está regulado por otros elementos.

En el campo no existe la voracidad del tiempo que hay en las ciudades. No hay tantas cosas que atender al mismo tiempo. Eso te permite concentrarte más en cada una de las cosas que estás haciendo, lo cual creo que ayuda mucho a la vida más sana; poder estar más concentrados en una cosa, darle a los procesos sus tiempos tanto a los procesos externos como a los propios internos. Y no tener que estar en la vorágine, en la vertiginosidad de la vida urbana.

En esto del aislamiento, la misma cosa tiene un doble carácter, algunas cuestiones buenas y otras un poco negativas, porque obviamente estar lejos de la atención de la salud y tener dificultades de infraestructura no puede ser positivo.

Pero, por otro lado, los vínculos que se desarrollan, se generan, se construyen en las zonas rurales tienen una calidad humana distinta. Y se nota con claridad en los pueblos chicos con pocas personas. Por ejemplo, yo veo en un día mucha menos gente que la que podría ver en la ciudad. y por lo tanto, ese otro, esa familia, tiene como vínculos más fuertes en este sentido. Nos necesitamos mutuamente.

¿Qué creo que hay que hacer?

De hecho, creo que hay que hacer dos cosas, primero, que tenemos la posibilidad, o sea, vivimos en un país que está mucho menos densamente poblado que otros países y tenemos un problema enorme de la concentración de gente en las ciudades. Tucumán, que es la provincia más chica del país, tiene una densidad enorme, la segunda después de la Capital Federal; es enorme y la mitad de la población está en la capital de la provincia o en el Gran San Miguel, que es muy chiquito. Y esto pasa, en general, en todas las capitales provinciales, y en algunas ciudades.

Esa concentración de gente es inhumana desde mi punto de vista y hay argumentos para decirlo. No es solamente una opinión. Y necesitamos repoblar el campo, entonces yo creo que no solo es una posibilidad para la Argentina, sino también es una necesidad.

Para que los alimentos se produzcan desde la agricultura familiar, también con medianos productores, no digo solamente con lo más chiquito, sino que me refiero a un desarrollo productivo que incluya la vida de las familias en las zonas rurales. Eso desconcentraría las ciudades y produciríamos de otra manera.

Yo creo que eso es muy posible para nuestro país porque tenemos el espacio suficiente y no solo es posible, creo que es tremendamente necesario y que depende casi exclusivamente de una decisión política, porque la voluntad de la gente que se va del campo es siempre volver cuando se pueda. Lamentablemente, muchas veces no pueden, pero el que vive en el campo, en general, quisiera seguir viviendo en el campo si tuviera condiciones para hacerlo.

Tampoco está bueno idealizar la vida rural. La vida en la ruralidad, para que merezca ser vivida y disfrutada, requiere resolver muchos temas, la infraestructura, el acceso a la salud, a la educación, la comunicación.

El aislamiento actual de alguna manera potencia los problemas que debe enfrentar cualquier familia. La cuestión de la violencia es de las cosas más claras, porque las situaciones de violencia en la familia si requieren de algo, es del silencio y de y de la familia, que es un mundo aislado. Pero creo que hay posibilidad de resolver todas estas cuestiones con el mejoramiento de la infraestructura en las zonas rurales.

Como mujer, creo necesario también destacar el rol que nos toca, como madres, en la vida en el campo. Porque generalmente se plantea que los jóvenes no tienen futuro en el campo y nosotros vemos que muchas veces dentro de la pareja, la familia, los adultos de la casa, las mujeres somos las que empujamos para irnos de la ruralidad, pensando en el futuro de nuestros hijos.

Cuando me llega la preocupación de que haya educación terciaria o superior, inexistente en general en las zonas rurales, las que manifiestan esa necesidad son las mujeres, las madres. Cuando hay lugares donde no hay luz, lugares donde no hay agua, las que más reman con eso, porque es lo que hace más difícil la vida doméstica, somos las mujeres. No digo que los hombres no se preocupen y ocupen de los hijos, pero en nuestras reuniones lo que percibo es una actitud más protagónica de las mujeres.

Por último, creo que no hay que idealizar la vida en la ruralidad, porque hay mucho por hacer, pero la cuestión del espacio me parece fundamental, la ocupación territorial y la necesidad de contar con posibilidades ciertas de disfrutar la vida en la ruralidad.

Es necesario sostener los aspectos positivos que tiene la vida en la ruralidad y superar los negativos para hacer viable lo que estamos proponiendo. El interés de esta nota es plantearlo en esos términos.

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