MUJERES ARGENTINAS DEL ARTE

Lola Mora y la controversia por la fuente de Las Nereidas

En una fecunda entrevista con la historiadora María Ángeles Polizzi, El Agrario tuvo acceso a conocer parte de la vida de una de las escultoras argentinas más famosas e influyentes de su época, que dejaría como uno de sus legados más imponentes esta maravillosa fuente, ubicada hoy en la Costanera Sur de la ciudad de Buenos Aires.

Por Gabriela Simonotti | 28-08-2021 02:55hs

Numerosas fueron las escultoras mujeres contemporáneas a Lola Mora pero ninguna tuvo su trascendencia ni su lugar en la historia del arte nacional. Lola Mora a través de su trabajo, sus relaciones con personalidades destacadas y su carácter, se convirtió en una de las artistas más discutidas en la prensa escrita de fin del siglo XIX y principio del XX en Buenos Aires, y posteriormente en los ámbitos académicos. Lola tenía un excepcional talento artístico. Y no se le callaba a nadie.

Dolores Candelaria Mora Vega, conocida como Lola Mora, nació en la localidad de Trancas, al norte de Tucumán, el 17 de noviembre en 1866. Su familia, de origen catalán, se movía en las altas esferas de la sociedad tucumana. Su padre, un comerciante y hacendado que falleció muy joven, le heredó una red de contactos que ella aprovechó muy bien y acrecentó con los años. Desde muy joven tuvo claro que se dedicaría al arte. Estudió pintura en su provincia con el maestro italiano Santiago Falcucci, y por recomendación suya, aplicó para una beca estatal en Roma, que la Cámara de Diputados aprobó. Viajó para estudiar con Francesco Paolo Michetti en 1897.

 

Educación europea

En esta primera etapa de su formación en el extranjero, decidió dedicarse a la escultura, y sus maestros fueron Constantino Barbella y Giulio Monteverde. Este último la introdujo en la talla en mármol, y de esa manera, la pintura quedó definitivamente relegada en la vida de la joven artista.

Sus pasiones fueron la escultura antigua y la del siglo XIX, e Italia le ofreció un nutrido conjunto de imágenes que la formaron para convertirse en la talentosa escultora que fue. Aquel país, un museo a cielo abierto, funcionó perfecto como inspiración para Lola que caminaba entre ruinas antiguas, edificios barrocos, estatuas renacentistas y obras decimonónicas. Y, además, Lola sabía jugar muy bien sus cartas de socialización lo que le permitía acceder a muchas de las colecciones privadas mas importantes de la época.

Sus trabajos

Culminada su formación. la joven escultora se quedó en Roma. Vivió en esa capital durante dieciocho años, y desde allí envió los encargos que le hacían desde Argentina: conjuntos escultóricos como la Fuente de Las Nereidas (1903), el monumento a Juan B. Alberdi (1904) y los relieves para la Casa Histórica de Tucumán (1904), el monumento a Aristóbulo del Valle (1907) y las esculturas para la fachada del Congreso Nacional (1907).

Había varios motivos para su estancia permanente en Italia: Lola trabajaba el mármol, estar cerca de las canteras abarataba los costos que hubiese supuesto el traslado de los enormes bloques a Argentina. Pero además, se sentía cómoda en aquella sociedad, tenía amigos y relaciones que la beneficiaban en cuanto a su fama y prestigio, desde figuras del ambiente del arte hasta diplomáticos, políticos y nobles, como las reinas Margarita y Elena, o el General Roca, que incluso la visitaron en su taller.

Con cada encargo viajaban ella y sus ayudantes, para el montaje de los grupos escultóricos, de modo que sus idas y vueltas entre Italia y Argentina fueron numerosas. Los largos viajes le representaban un sacrificio. No le gustaba volver a su país, añoraba su casa y su taller en Roma.

Otro punto interesante de Lola es que, a pesar de que solo recogía elogios entre la crítica y la prensa, no tuvo gran participación en los espacios consagrados del arte. No solía exponer en muestras ni en galerías. Lola auspiciaba como anfitriona de las personalidades de la élite argentina, que la veían trabajar en su taller. Alojaba escritores y periodistas, quienes luego hablaban de ella en la prensa. Así conseguía sus encargos, los que la visitaban le encargaban las obras para Buenos Aires. Tales fueron los casos de los retratos de Carlos Pellegrini, Julio A. Roca, Adolfo Bullrich y su hija Clotilde, y los grupos escultóricos de mármol de la casa de los Paz Anchorena.

La fuente de la discordia

Gracias a los contactos sociales que Lola tenía y, por supuesto, a la calidad de su trabajo, se le encargó la fuente de Las Nereidas, la primera fuente en mármol de carrara que se instaló en la ciudad de Buenos Aires. Esta fuente estuvo rodeada de anécdotas que ilustran el funcionamiento de la cosa pública en nuestro país, así como de la idiosincrasia porteña de aquellos años.

La fuente fue objeto de polémica: algunos concejales, los más comprometidos con el proyecto de embellecimiento y modernización de la ciudad, veían la obra como símbolo de lujo y un excelente objeto simbólico para la imagen que deseaban que proyectara la ciudad. Para otros era una extravagancia innecesaria y conflictiva. Se dio a su alrededor un debate casi ridículo, que convirtió a la fuente en un emblema, porque una discusión como esa jamás había tenido lugar en Buenos Aires respecto de una obra de arte.

Torcuato de Alvear fue el primer intendente de la ciudad de Buenos Aires. Entre 1880 y 1882 estuvo al frente de la Comisión Municipal para luego seguir a cargo de la Intendencia entre 1882 y 1887. Le tocó gobernar una ciudad que entre 1857 y 1914 y recibió tres millones trescientos mil inmigrantes europeos. Era decisivo un nuevo trazado urbano, y obras que convirtieran a la ciudad en un espacio moderno y eficiente.

Desde octubre de 1898, Adolfo J. Bullrich se hizo cargo de la Intendencia de la ciudad y siguió el proyecto de su predecesor. Ambos, como hombres de la “Generación del ‘80”, tenían como objetivo transformar a la Argentina en un país "civilizado", es decir, una nación emergida de un proyecto positivista y liberal; para ellos el arte ocupaba un espacio esencial.

Teniendo como modelo a París, encargaron para Buenos Aires varios monumentos para colocar en los paseos que se construían siguiendo el modelo francés. La consigna era educar el gusto de los paseantes y hacer la ciudad agradable a la vista. En ese contexto, el 21 de agosto de 1900, cuando Lola se encontraba de visita en Buenos Aires, se firmó el contrato entre la Intendencia y la escultora, para la obra y el emplazamiento de la famosa fuente de mármol. Su costo fue de 25.000 pesos moneda nacional, a pagar en tres cuotas, acorde a los avances de la obra, que se ejecutaría en Roma y sería enviada para armarse en nuestra ciudad.

Debate por Las Nereidas

En marzo de 1902 comenzó el debate por la fuente en la Comisión Municipal: aparentemente el intendente Bullrich no había consultado con el resto de la comisión la aprobación del pago de la escultura. Los debates comenzaron en abril de 1902 y continuaron hasta junio de 1903, incluso luego de inaugurada la obra. La Comisión lo acusaba de abuso de sus facultades, ya que la ley estipulaba un máximo de 500 pesos para contratos que pudiera firmar el intendente sin consulta previa. Bullrich se defendía alegando que los fondos para el pago de la fuente provenían de la Nación, y habían sido autorizados por Julio A. Roca.

Lola Mora se enteró de esta discusión y escribió a Bullrich, pidiéndole que le permita rescindir el contrato y devolver el primer pago que se le había efectuado. La escultora tenía varias ofertas de compra de la obra, entre ellas la de la ciudad de San Francisco, en Estados Unidos, que le ofrecía 150 mil francos. La obra seguía en Europa, casi terminada, y a la escultora se le adeudaban 5.000 pesos.

Bullrich pidió autorización para vender la obra al estado de Minesotta, que le había hecho una oferta de 25.000 pesos, ante la intransigencia de la Comisión que le exigía que pagase la obra con dinero propio. Lola aún esperaba una respuesta por parte de las autoridades argentinas. En este punto, intervino el embajador argentino en Italia, quien junto a Roca convencieron a la artista para que, por patriotismo, enviara la obra a Buenos Aires como se había convenido en un principio. Lola así lo hizo y llegó junto con las figuras para la fuente en septiembre de 1902.

Mientras tanto, en la Comisión Municipal, siguieron analizando los antecedentes de la compra y quedó en manos de la Comisión de Obras Públicas decidir si aprobaba o rechazaba la adquisición. La conformaban el pintor Ernesto De la Cárcova, Alberto Rodríguez Larreta y Eduardo de Estrada. Para septiembre, cuando la escultora necesitaba directivas sobre el emplazamiento y la ubicación, aun no habían decidido nada.

Instalación e inauguración de la obra

Para el armado de la fuente se realizó un galpón sin techo en la parte posterior de la Casa de Gobierno. La Comisión siguió discutiendo si la artista tenía que cobrar por su trabajo independientemente del proceder de Bullrich, si valía la pena gastar ese dinero en una obra de cuya calidad tenían información escueta o si había dinero suficiente para construir la base.

Mientras discutían, las obras dormían a la intemperie en un galpón sin terminar, y Lola Mora se encontraba ociosa y desesperada con los retrasos. Finalmente, el 23 de diciembre se licita la construcción de la base de la fuente que se emplazó en el Paseo de Julio (actualmente Av. Leandro N. Alem).

Para Lola Mora, era importante la orientación de cada una de sus esculturas, de acuerdo con su significado y simbología. La figura de Venus que corona el conjunto escultórico, estaba dirigida hacia la Casa de Gobierno y el Parque Colón, proyectado unos años antes. Lola Mora dirigió los trabajos de instalación, como así también lo hizo durante el traslado de su fuente en 1918 a la zona sur de la ciudad. La fuente rememora el relato mitológico del nacimiento de Venus, quien sale de una gran concha marina sostenida por dos Nereidas (mitad mujeres, mitad peces), mientras cuatro caballos bravíos surgen de las aguas, con cuatro tritones que intentan domarlos.

El grupo escultórico se inauguró el 21 de mayo de 1903 en el Paseo de Julio (actual calle Leandro N. Alem, entre Bartolomé Mitre y Juan Domingo Perón). El acto de inauguración fue muy discreto, para no reavivar las polémicas en torno al monumento. Pero a pesar de su magnifica calidad y los elogios de la crítica y la prensa, los problemas no terminaron ahí. Las Nereidas estaban desnudas. Esto causó molestia en ciertos sectores de la ciudad. Sumado al hecho de que no se le había terminado de abonar su trabajo a la artista, y que la construcción de la fuente le implicó incluso, poner dinero de su bolsillo, en la prensa rodaron ciertos chistes respecto a la desnudez de las figuras de la fuente. Posteriormente, en diciembre de 1918, la fuente se trasladó a Costanera Sur, donde se encuentra actualmente.

Escultura impaga

A pesar de la alegría que suponía para la escultora ser la autora de la primera fuente de mármol de la ciudad, estaba un poco cansada del tema. Es por eso que renunció al erario que la Municipalidad le adeudaba, y lo hizo a través de una carta que se publicó en los diarios La Nación y El País el 24 de junio de 1903:

Lola Mora con esta actitud dejó bien en claro que su lugar era el arte, actuó con nobleza y defendió su lugar como escultura, poniéndose al margen del conflicto político y revalorizando su labor.

 

Regreso al país y final

En 1915, Lola Mora retornó a Argentina a raíz de la separación con su esposo. Ya no regresó a Europa. En ese momento la prensa que antes la elogiaba, comenzó a criticar sus trabajos que habían llegado de Europa, y que se encontraban instalados, o en proceso de instalación. Lola Mora ya no esculpió, y se dedicó a otras actividades vinculadas al arte y la cultura.

Años después la prensa la olvidó y Lola se trasladó al norte del país donde emprendió una campaña geológica en busca de petróleo. Esta aventura la arruinó económicamente y mermó su fuerza física.

En el año 1933 volvió a Buenos Aires a vivir a la casa de sus sobrinas. El Congreso Nacional, aquel que ella misma había engalanado con sus obras, discutió la chance de otorgarle una pensión de por vida. Pero la resolución no llegó a tiempo, ya que el 4 de junio de 1936 Lola sufrió un ataque cerebral que causaría su muerte 72 horas después. La tumba de Lola Mora se encuentra hoy en el Cementerio del Oeste, la necrópolis más antigua de San Miguel de Tucumán, y en 2010 fue declarada bien de interés histórico-artístico.

Homenajes

  • El 17 de noviembre, natalicio de Lola Mora, fue instituido por el Congreso Nacional como el “Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas”.
  • Lola Mora llegó al cine nacional dirigida por Javier Torre, la película fue estrenada en nuestro país el 11 de enero de 1996.
  • Premios Lola Mora: Es un reconocimiento que otorga la Dirección General de la Mujer de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, desde el año 2000, a quienes, en distintos medios de comunicación, transmiten una imagen positiva de la mujer, que rompa con los estereotipos de género, promueva la igualdad de oportunidades y los derechos de las mujeres.

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