Opinión

Certidumbre, una de las claves de octubre 2023

Para ganar en octubre, el oficialismo debe recuperar los votos perdidos desde 2019. Inflación y poder adquisitivo, las claves para un horizonte de certidumbre que le de el espaldarazo al oficialismo.

Por Ignacio Lautaro Pirotta | 06-01-2023 07:17hs

Vivimos en una era en donde la incertidumbre es reina. Diferentes pensadores identifican que el origen de la incertidumbre son los enormes cambios que está atravesando el mundo entero desde hace por lo menos una década.

El filósofo español Daniel Innerarity señala que la incertidumbre se produce por la incapacidad de los humanos de crear conceptos e instituciones capaces de afrontar la creciente complejidad del mundo. Para el sociólogo brasileño Sergio Abranches, estamos en un período de amplia transición, un cambio de era, con fuertes cambios productivos, socioculturales y hasta climáticos, en donde el futuro se nos presenta como incierto. Se trata de una realidad global.

En Argentina esa incertidumbre tiene, naturalmente, sus particularidades. Trazos propios de nuestra historia reciente y nuestra actualidad, que hacen a la “singularidad” de la incertidumbre argentina y le agregan una pizca de dramatismo. De los 23 años que van del siglo XXI, Argentina vivió un período de relativa estabilidad y optimismo económico entre el gobierno de Néstor Kirchner y, como mucho y siendo generosos, hasta mediados del gobierno de Mauricio Macri. Desde inicios de 2018 a esta parte, la crisis y los problemas económicos marcaron el día a día y el mes a mes de los argentinos.

Con la llegada del macrismo a la Casa Rosada, allá por diciembre de 2015, el país regresó, efectivamente, al mundo, tal como  los dirigentes del entonces Cambiemos decían que debía suceder. “Argentina está aislada del mundo”, “hay que volver al mundo”. Sólo que el mundo de por aquel entonces era un mundo ya caótico, con el regreso de los nacionalismos de derecha en Europa y el triunfo de Donald Trump a la vuelta de la esquina. Esquirlas de la crisis financiera de 2008, de la que el sector financiero se recuperó mejor y más rápido que el sector de la economía real, y el agotamiento del modelo neoliberal.

Francis Fukuyama, autor de la tesis del fin de la historia (artículo que hay que leer sin prejuicios), según la cual el capitalismo de libre mercado y la democracia liberal habían llegado para quedarse, declaró hace algunos meses: “Los neoliberales fueron demasiado lejos. Intentaron socavar todo tipo de acción estatal. Incluso las necesarias, como regular el sistema financiero”(1).

Es cierto que la Argentina de 2015 iba a contramano del mundo, porque el mundo estaba en crisis. Esa realidad no era mostrada por los grandes medios. Cristina Fernández de Kirchner lo advertía en algunos de sus discursos, allá por las elecciones de 2015. “Salvo cuestiones catastróficas o muy evidentes, parece como que la Argentina fuera un planeta solo en el mundo, que no existiera el resto, porque no hay una sola noticia internacional de nada, de las económicas ni hablemos”(2).

En contraste, Argentina había logrado campear la crisis de 2008. “La calle no está incendiada, los medios están incendiados”, decía un empresario pyme en una charla a sus empleados viralizada días antes de la elección. Sin embargo, la palabra del momento, luego de 12 años de kirchnerismo, era cambio.

Regresar al mundo. No se puede regresar de donde uno nunca se fue. En todo caso se trataba de regresar, por ejemplo, al endeudamiento, a una mayor apertura comercial y a la desprotección de la industria y el trabajo argentinos, etc, etc. Esto traía aparejado modernizar al país en varios aspectos, entre ellos el económico, pero también el institucional y el cultural. “Debemos crear argentinos capaces de vivir en la incertidumbre, y disfrutarla”, decía Esteban Bullrich, entonces ministro de Educación.

Esa visión y esos valores no fueron expresados durante la campaña electoral. De hecho, la idea del cambio tenía sus matices y estaba lejos de ser un cambio radical como el que proponen hoy mismo (“en la misma dirección, pero más rápido”). Todavía resuena en la historia el lamento de la militancia del PRO cuando Mauricio Macri dijo que no iban a privatizar Aerolíneas Argentinas, durante el festejo del triunfo de Larreta en la Ciudad de Buenos Aires. Cambiemos ganó las elecciones más apretadas desde el regreso de la democracia diciendo que la llamada campaña del miedo era mentira, cuando resultó ser un verdadero spoiler. Una victoria cimentada en mentiras.

Todavía resuena en la historia el lamento de la militancia del PRO cuando Mauricio Macri dijo que no iban a privatizar Aerolíneas Argentinas, durante el festejo del triunfo de Larreta en la Ciudad de Buenos Aires.

Solo que, una vez en el gobierno, la incertidumbre para millones de argentinos pasó a ser si mantendrían el trabajo, cuánto vendría en las facturas de energía y gas y cuál sería la próxima medida antipopular. Imposible disfrutarlo. La única certidumbre fue la del ajuste, y la de que quienes habían llegado prometiendo una revolución de la alegría, ahora pregonaban una revolución del “esfuerzo”. “Nos han desorganizado la vida, con ellos no hay futuro”, decía Cristina Fernández de Kirchner allá por 2017 en una definición precisa y cercana a la cotidianeidad de la gente.

La herencia del macrismo no sólo fue la del incremento de la pobreza y la destrucción de parte del entramado productivo del país, sino también la alta inflación y el endeudamiento asfixiante. Dos elementos, estos últimos, que limitan la capacidad de revertir la tierra arrasada dejada.

Hoy la mayor de las incertidumbres que tienen los argentinos es no saber qué precios encontrarán al ir al supermercado y cuánto marcará la caja registradora al final de la compra. La incertidumbre de llegar o no a fin de mes, del valor de la mercadería al mes siguiente o de los materiales para la construcción o de si el proveedor venderá o no. Inflación de incertidumbre.

Argentina cambió de gobierno en 2015, y luego de nuevo en 2019. Durante todo este tiempo, la sensación dominante es la de vivir en permanente crisis, inestabilidad e incertidumbre. Los logros del gobierno muchas veces quedan opacados por una bruma autoimpuesta. Pero 2022 cerró con una estimación del crecimiento de la economía del 5,9%. Dejando de lado el rebote de 2021, hay que retrotraerse a 2011 para ver un crecimiento similar. El desempleo se ubica en el 7,1%, cifra parecida a la de antes del macrismo, habiéndola bajado desde el 13% heredado. La gran cuestión sigue siendo la inflación. Y otro aspecto estrechamente vinculado a esta, aunque no de manera lineal, el poder adquisitivo de los salarios.

La caída de la inflación, aún cuando se mantenga en niveles elevados, pero con una trayectoria a la baja, puede pintar un panorama más que alentador para el oficialismo en las elecciones. Sería la posibilidad de visualizar un horizonte de mejora. A su vez, desde el punto de vista de los votantes, la apuesta por el cambio puede resultar mucho menos atractiva, y temeraria, si las cosas están más o menos ordenadas. Fundamentalmente: instalada la percepción de que se está en un camino de mejora. Sobre todo cuando el cambio que propone la oposición es un cambio de rumbo significativo, con el antecedente de lo hecho en 2015-2019, pero esta vez sin gradualismos.

La posibilidad de ofrecer certidumbre, en un país y un mundo signado por la incertidumbre, sería una de las cartas importantes para que el oficialismo recupere los votos perdidos desde 2019.

 

(1) https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/francis-fukuyama-los-neoliberales-fueron-demasiado-lejos-ahora-hacen-falta-mas-politicas-nid06092022/

(2) https://www.cfkargentina.com/palabras-de-cristina-kirchner-en-el-patio-militante/


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