Opinión

Larreta, la grieta y la transformación

La candidatura del jefe de Gobierno porteño tiene un primer escollo en su posicionamiento de moderado en caso de unas PASO. La transformación después del cambio.

Por Ignacio Lautaro Pirotta | 12-03-2023 10:14hs

El jefe de Gobierno porteño y precandidato a la presidencia, Horacio Rodríguez Larreta, tiene un problema con la grieta. De un lado, su posicionamiento es el del antigrieta, en una país de minorías intensas en donde esa posición puede costarle una derrota en las PASO frente a los halcones de Juntos.

Pero además de eso, al mismo tiempo que se posiciona como el candidato anti grieta, el dialoguista y buscador de un amplio consenso, expresa también ideas fuertemente intolerantes con el kirchnerismo. “Nunca me podría poner de acuerdo con el kirchnerismo”. La idea de Larreta es crear un consenso “del 70 por ciento” que permita terminar con el “péndulo de la grieta”. Para ello habría que excluir de ese consenso al kirchnerismo. 

El problema de esa idea, que Larreta ha expuesto en reiteradas oportunidades, al menos a lo largo de 2022, es que el kirchnerismo, aún siendo una minoría, es la fuerza política más importante del sistema en términos de representatividad e identificación. El kirchnerismo ha logrado construir una masa de adherentes que se identifican con ese espacio, esas ideas y esos líderes. Hoy una de las figuras que más votos mueve en la política argentina es Cristina Kirchner. 

Para llegar a la formulación de que es posible un gran consenso para establecer políticas de largo plazo y que termine con la grieta excluyendo al kirchnerismo, Larreta parte de la premisa de que el kirchnerismo -esa gran minoría- no lograría volver al poder. Al menos en soledad. 

Así, para que el kirchnerismo no vuelva, debería estar asegurado el éxito de la empresa de ese consenso del 70 por ciento. En CABA, el PRO ha sido lo suficientemente inteligente y capaz para lograr algo similar, y Larreta ha demostrado una vocación de construir poder más propia del peronismo que cualquier otra tradición política argentina. Aún así, el consenso del 70 parece una quimera.

El gran consenso planteado con esa cláusula de exclusión tiene un tinte poco democrático. Hace años ya que desde la vereda de enfrente al kirchnerismo han adoptado como propio el delito que se le imputaba a los Kirchner: el modelo laclauniano de división y exclusión y la idea del amigo/enemigo de Schmitt. 

Está claro que el posicionamiento “dialoguista” y “blando”, de HRL hace que coseche resistencias entre los más agrietados votantes de Juntos por el Cambio. Cabe preguntarse si las posturas por momentos extremadamente duras hacia el kirchnerismo no podría ahuyentar votantes moderados.  

Una respuesta posible a ese interrogante es que HRL se encuentra ya posicionado como un moderado, independientemente de que algunas de sus definiciones sean profundamente polarizantes. Además, en función de la oferta de precandidatos de Juntos por el Cambio, Larreta resulta un moderado. 

Quiero ser presidente para que juntos terminemos con el odio y transformemos nuestro país para siempre. pic.twitter.com/QhXovKEQ16

De esa forma, anclado en el lugar de la moderación y del “terminemos con la grieta”, lo que eventualmente podrían hacer las definiciones más duras es aproximarlo de los votantes que le son esquivos en función de ser un “bladito”. Incoherente pero acertado.

Sin embargo, la cuestión grieta sí/grieta no, por fuera de las minorías intensas tan relevantes en una PASO, no tiene más centralidad que otros aspectos, fundamentalmente de gestión y acerca de los problemas económicos del país. He aquí otro de los posicionamientos de HRL que vale la pena mencionar. 

Larreta le ha dado una vuelta de tuerca a la idea de cambio que ha sido central en la narrativa de Cambiemos-Juntos por el Cambio-Juntos. La palabra clave ha pasado a ser transformación. Podría decirse que “el cambio” ya se encuentra demasiado gastado, no dice más nada. De allí que las formulaciones más frecuentes desde el PRO son similares a “vamos a cambiar de verdad”, “cambiar de una vez”, etc. El recuerdo de la experiencia fracasada está a la vuelta de la esquina en la mente de los votantes. Y también de la dirigencia del PRO. 

Transformar es algo más profundo que cambiar. Hay ahí un acierto de Larreta. La idea de transformar puede conectar con las ansias de un cambio profundo que han germinado en la sociedad argentina luego de las expectativas frustradas con Alberto Fernández, la pospandemia y todos los cambios culturales e ideológicos a los que asistimos a nivel global. 

Pareciera que el jefe de la Ciudad lo que hará será mostrar en obras la idea concreta de la transformación de Buenos Aires, como si eso pudiese proyectarse al país. La transformación de la cara de Buenos Aires, de la mano de la obra pública, como analogía de lo que podría hacerse con el país, en este caso en materias más complejas, como la economía. Incuba ahí la fantasía del optimismo macrista de que gestionar bien la ciudad equivale a poder gobernar el país.   

La transformación no para, dice, contrarrestando también 15 años del PRO en la Ciudad que bien podrían traducirse en un sentimiento de estancamiento. A esos 15 años Larreta le contrapone una topadora de obra pública. Hoy no queda calle sin cortar, pero las inauguraciones estarán a tiempo para las elecciones, y la foto del antes y después será, sin lugar a dudas, contundente. Un contraste fenomenal. 

Se puede discutir si el gasto está bien direccionado, por qué las escuelas y hospitales públicos quedan afuera de semejante desembolso de dinero, y mucho más, pero hay un acierto en la transformación realizada. Hay un acierto, sobre todo, porque en CABA nadie resulta capaz de demostrar lo contrario. 

Larreta tiene a su favor cierta visión municipalista de los vecinos de CABA. ¿Qué le exigen los porteños a sus gobernantes locales? Pican en punta tener veredas sanas, pocos baches y que la ciudad “esté linda”. En la Ciudad de Buenos Aires todos los problemas importantes son de la Nación. El PRO ha tenido una gran inteligencia en desentenderse de los problemas de la Ciudad. 

Esta “transformación” de la Ciudad es un acierto, como decíamos antes, sobre todo porque nadie ha demostrado que no sea así. Nadie ha sido capaz de mostrar que las obras tal vez sean injustificadas, excesivas y costosas, o bien que las prioridades deberían ser otras.  

Por último, resulta paradójico que la Ciudad se encuentra en muy mal estado en muchos aspectos, y aún así Larreta se proyecta como uno de los principales presidenciables. Solo desde una visión municipalista: la ciudad está sucia como nunca antes, sobre todo el centro; con contenedores de basura rebosantes y sin limpieza. El microcentro nunca estuvo tan feo como ahora. En gran medida esto último tiene que ver con la pandemia, el cierre de comercios y el menor caudal de gente que trabaja en el microcentro. Por supuesto que todo ello, al igual que todos los problemas serios de la Ciudad, debe ser por culpa de Nación.

Más noticias

“Axel es garantía de más derechos para el sector rural”

Tecnología para potenciar los agronegocios

Encuentro de Ganaderos de Pastizales Naturales del Cono Sur

La Argentina posee la industria de biodiésel más moderna del mundo

Cuatro tendencias sustentables para el envasado de alimentos en 2023

En febrero, el consumidor pagó 3,1 veces más de lo que cobró el productor