ANÁLISIS INTERNACIONAL

Pandemia y guerra, un contexto difícil para los gobiernos del mundo

Gobiernos de todo el mundo se han visto fuertemente golpeados en su popularidad, primero por la pandemia de Covid-19, y luego por los efectos de la guerra en Ucrania. Gobiernos en crisis, escándalos, derrotas electorales e inestabilidad, el saldo de un contexto globalmente difícil para gobernar.

Por Ignacio Lautaro Pirotta | 29-05-2022 10:16hs

Era inicios de octubre de 2020, faltaba apenas un mes para la elección presidencial estadounidense y Donald Trump regresaba a la Casa Blanca luego de haber estado internado con Covid-19. El helicóptero presidencial aterrizó en el jardín de la Casa Blanca y Trump se dirigió hasta el edificio, para terminar saludando desde el balcón. “El regreso a la Casa Blanca”, decía el video que subió a las redes, con música heroica, casi como un combatiente. El hombre de 74 años apenas lucía con la respiración alterada y algunos rasgos de cansancio. El objetivo de mostrarse fuerte, persistente y valiente frente a la adversidad y en un momento decisivo, como era la proximidad de las elecciones, sin dudas había funcionado.

Trump necesitaba mostrarse fuerte por varios motivos. En primer lugar, el liderazgo fuerte y viril es su estilo, y es lo que sus seguidores buscan en él. En segundo lugar, pero no menos importante, la actitud de Trump frente a la pandemia no le permitía mostrarse débil frente a la enfermedad ¿Cómo se hubiese visto que el presidente fuese doblegado por una enfermedad menospreciada por él?

Aunque hay que reconocer que por momentos Trump tuvo un enfoque preocupado con las cuestiones sanitarias, en general predominó su preocupación por el costo económico de la pandemia, entendiendo que este era más importante para sus chances de reelección. El dilema entre salud y economía fue una de las grandes trampas de la pandemia, en donde todas las opciones eran malas, solo que algunas eran peores que otras.

Un mes después, Trump perdió las elecciones frente a Joseph Biden con una diferencia de 7 millones en el voto popular. No puede decirse que la pandemia le hizo perder las elecciones, pero sin dudas colaboró. A decir verdad, el contexto y la forma de Trump de gestionar la pandemia le jugaron muy en contra, pero este ya venía mal desde antes de la misma. El voto a Biden, como hemos señalado anteriormente, fue en realidad un voto predominantemente en contrade Trump. En ese votoen contraentra en la cuenta sin dudas el manejo de la pandemia. Por la relevancia de Estados Unidos,la derrota de Trump posiblemente sea el gran ejemplo de los estragos que causó la pandemia para los gobiernos, alrededor de todo el mundo, haciéndolos perder elecciones, generado protestas sociales y agitación política. 

En Argentina, Alberto Fernández allá por los inicios de la pandemia llegó a decir que “si el dilema es entre la economía y la vida, yo elijo la vida”. Corría marzo de 2020, y Alberto tenía popularidad. Si bien la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció a la Argentina como el país de la región que mejor manejó la pandemia desde el punto de vista sanitario, la “cuarentena eterna”, como fue tildada por la oposición, también tuvo un costo económico y social altísimo. El otro gran punto que se le señala al gobierno de Alberto es la demora en cerrar un contrato con Pfizer, para luego terminar aceptando las condiciones de la empresa. Por supuesto, la foto del cumpleaños de su pareja, Fabiola, minó completamente la credibilidad del presidente.

Según la OMS, Argentina tuvo las muertes por Covid en Argentina son comparables a las de varios de los países desarrollados europeos, con mejores indicadores, y mejor que Estados Unidos. En Argentina tampoco hubo colapsos de hospitales de las dimensiones que se vio en otros países de la región. No hubo muertos en la vía pública ni cuerpos amontonados o cadáveres en los domicilios sin poder ser retirados. Aún así, la pandemia pasó factura para la popularidad de Alberto. Claro que no es el único motivo, pero sin dudas la pandemia generó un contexto donde se agudizaron los problemas del país.

En Chile la supuesta estrategia inteligente de rastreo, detección y cuarentena terminó con hospitales colapsados. Sebastián Piñera no venía bien, y la pandemia terminó por sentenciar las posibilidades electorales del oficialismo, sumado a escándalos de corrupción y el estancamiento del modelo chileno. En Brasil Bolsonaro enfrentó cacerolazos y manifestaciones en respuesta a su negacionismo y su popularidad osciló junto con las tasas de contagio del Covid.

En Gran Bretaña Boris Johnson pasó por diferentes momentos. Inicialmente negador de la gravedad del asunto, pasó a ser un defensor de las medidas sanitarias luego de su internación en terapia intesiva por Covid. Posteriormente se vio envuelto en un escándalo por la realización de fiestas y brindis en la residencia del primer ministro, el 10 de Downing Street, durante las medidas de aislamiento. Algo similar a lo que sucedió en Argentina, pero con una dimensión mucho mayor. Johnson enfrenta ahora un nuevo pedido de dimisión ante la aparición de más material comprometedor.

En Alemania, la canciller Angela Merkel nunca enfrentó adversidades tan serias como la pandemia. Las manifestaciones anti vacunas, la saturación del sistema de salud y la necesidad de medidas sanitarias, impopulares por momentos. Merkel volvió atrás en algunas de las medidas, como las restricciones para Semana Santa de 2021. “Pérdida de liderazgo”, “falta de rumbo”, señalaron algunos sobre la gran líder europea. En septiembre de 2021, a unos meses de terminar su mandato, Merkel tenía un 30% de aprobación según YouGov, pero con más aprobación aún en Francia (49%) y España (61). En algunas ocasiones, lo ajeno es visto con mejores ojos que lo propio.

Los estragos de la pandemia fueron y son globales. La OMS en un informe publicado a inicios de mayo sobre el exceso de mortalidad durante la pandemia, es decir la diferencia entre las muertes que se produjeron y las que se esperaba según las proyecciones a partir de años anteriores, muestra que hubo 14,9 millones de muertes asociadas directa o indirectamente a la pandemia.

Según el informe Perspectivas de la Economía Global, del Fondo Monetario Internacional (FMI), de abril de este año, en 2021 la economía global creció 6,1%, luego de haber caído 3,1%. El impacto de la pandemia en el comercio internacional y las cadenas globales de valor también se hicieron sentir. Otro de los resultados de la pandemia fue el crecimiento de la desigualdad, como resultado de mayor desocupación y precarización y el incremento de ganancias para los más ricos, según informó en reiteradas ocasiones la ONG Oxfam.

Ahora la guerra en Ucrania genera otro escenario adverso para la economía global, fundamentalmente por causa de la alta de precios. La incidencia de Rusia y Ucrania en la generación de energía y en la producción de alimentos se hace sentir. Se trata de dos de los grandes jugadores del trigo a nivel mundial. La bandera de Ucrania de hecho representa el azul al cielo, y el dorado a los campos de trigo.

La tapa de The Economist, la revista británica, presagia una dramática crisis alimentaria en el mundo como consecuencia de la alta de precios. Esa crisis ya está en curso, y viene a suceder en una economía global ya golpeada por la pandemia. Pero además, la crisis alimentaria podría extenderse por algunos años, algo también ha vaticinado el Banco Mundial.

Según The Economist, Rusia y Ucrania proveen al mundo con el 28% del trigo comercializado, el 29% de la cebada, el 15% del maíz y el 75% del aceite de girasol. El suministro de esos bienes está cortado, según la revista, porque Ucrania puso minas en sus aguas para evitar una invasión por vía marítima, y Rusia mantiene bloqueado el puerto de Odessa, ciudad conocida como “La Perla del Mar Negro”.

Como señala The Economist, la crisis climática también hace lo suyo. China e India, otros dos grandes productores de trigo, la están sufriendo. China, antes de la guerra en Ucrania, ya había anunciado que esperaban una cosecha de trigo de muy mala calidad como consecuencia del mal tiempo. La India hace dos semanas prohibió las exportaciones de trigo como consecuencia de una fuerte ola de calor. Se trata del segundo productor global de trigo, después de China. Los países más poderosos, nucleados en el G7, cuestionaron la decisión diciendo que agravará la crisis global de alimentos, algo que no cambió en nada la postura de la India que, naturalmente, primero busca resolver la seguridad alimentaria de su población.

Hace unos días, el presidente del Banco Mundial, David Malpass, afirmó que ve difícil que el mundo pueda evitar una recesión generalizada como consecuencia del aumento de precios y las dificultades para el sector energético y de fertilizantes como consecuencia directa de la guerra en Ucrania. El último informe del FMI muestra una reducción del crecimiento global y de los principales países desarrollados. Argentina fue a contramano, subiendo la proyección de crecimiento en más de un punto hasta llegar al 4%. En el punto en que Argentina no va a contramano es en la inflación, acompañando el aumento como en todo el mundo, solo que partiendo de un piso ya altísimo del 50%.

La paradoja de las crisis recientes, desde la pandemia hasta la guerra y la crisis de alimentos y el cambio climático, es que la cooperación internacional se ve debilitada. El sálvense quien pueda se impone. Los desafíos por venir, sobre todo en el combate al cambio climático y las consecuencias derivadas de este, requieren más cooperación internacional. Algo cada vez más distante. Lo que vemos son sociedades cada vez más polarizadas en posiciones irreconciliables, falta de liderazgos a niveles nacionales e internacionales y contextos de crisis. Un combo poco alentador

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