Era 1° de mayo de 2017, Día Internacional del Trabajador. El entonces presidente de Brasil, Michel Temer, se dirigió al pueblo brasileño en un mensaje grabado. Allí, mirando a cámara, el presidente que había llegado al poder luego del juicio político a Dilma Rousseff un año antes, defendió la reforma laboral propuesta por su Gobierno, que ya contaba con media sanción y que sería aprobada por el Senado dos meses después, convirtiéndose en la alteración más profunda de las leyes laborales brasileñas desde 1943.

“Mis amigos, mis amigas: El 1° de mayo de este año marca un momento histórico. Iniciamos una nueva fase. Una fase a favor del empleo. Estamos realizando la modernización de las leyes laborales, y usted tendrá innumerables ventajas. Primero, vamos a crear más empleos. Segundo, todos sus derechos laborales están asegurados. Con la modernización laboral aprobada por la Cámara de Diputados la creación de puestos de trabajo, incluso para los jóvenes, ocurrirá de forma mucho más rápida”.

En otras oportunidades, Temer había sostenido que la reforma laboral crearía 2 millones de nuevos puestos de trabajo en dos años. Su ministro de Economía, Henrique Meirelles, llegó a afirmar que serían 6 millones de nuevos puestos en 10 años.

La reforma aprobada en julio de 2017 tuvo el objetivo de reducir el costo de la mano de obra, con el argumento de que esto estimularía la creación de más trabajo registrado en el sector privado. Para ello se introdujeron dos nuevas modalidades de contratación: “temporal” e “intermitente”. La primera para trabajadores contratados por 6 meses (inicialmente la modalidad era de sólo 3 meses), y la segunda permite la contratación sin horario ni días fijos, siendo remunerado de acuerdo a las horas trabajadas a solicitud del empleador. La modalidad de trabajo intermitente ha sido la más cuestionada, ya que legaliza las “changas” en detrimento de las otras formas de contratación más estables.

Además la reforma habilitó la negociación de las condiciones laborales de manera individual entre trabajador y empleador, sin obligatoriedad de ceñirse a los convenios colectivos ni la mediación de los sindicatos. Así, pueden negociarse de manera individual el salario y la carga horaria, con un máximo de 12 horas por día, aunque no son pasivas de modificación el total de horas laborales por semana, las vacaciones o el aguinaldo.

También se anuló la obligatoriedad de los aportes sindicales y se autorizó la representación de los trabajadores en las empresas por parte de asociaciones o individuos sin personería sindical. Se dificultó y desalentó el acceso a la justicia del trabajo, fundamentalmente al establecer que el trabajador debe cargar con los costos del proceso en caso de perder la demanda.

Por último, otros cambios introducidos con la reforma y luego de la misma posibilitaron una gran expansión de los microemprendedores individuales (MEI), que es una figura similar al monotributo pero de bajo costo y que implica la constitución en persona jurídica. Los MEI en algunos casos pasaron a reemplazar la relación de dependencia y en otros se presentan como una alternativa de acceso a la seguridad social para trabajadores precarizados.

En cambio, desde que entró en vigor la nueva legislación y acompañando la falta de recuperación económica, ha crecido la cantidad de trabajadores no registrados y los cuentapropistas.

A pesar de las promesas realizadas con la reforma laboral, actualmente el desempleo en Brasil se ubica en el 13,7%, lejos de los 4,8 puntos de promedio que llegó a alcanzar en 2014. El gran punto de inflexión en la historia reciente para el mercado laboral fue la crisis del bienio 2015-2016, donde se perdieron 3,5 millones de puestos de trabajo registrado y la desocupación pasó a ser de dos dígitos. La reforma laboral no modificó el cuadro de falta de generación de empleo.

En cambio, desde que entró en vigor la nueva legislación y acompañando la falta de recuperación económica, ha crecido la cantidad de trabajadores no registrados y los cuentapropistas, muchos de ellos inscritos como microemprendedores individuales. Según los datos del instituto de estadísticas IBGE, hasta agosto de este año de los 89 millones de personas ocupadas en Brasil, 36,3 millones (el 40,8%) eran informales y casi 12,4 millones microemprendedores individuales (MEI), siendo que bajo esta última figura se suele ocultar  trabajo informal. Según la analista Adriana Beringuy del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), la modalidad cuentapropista es la que más viene creciendo en los últimos meses, incluso superando los niveles pre-pandemia.

La tasa de sindicalización, es decir el porcentaje de trabajadores afiliados a un sindicato, se vio afectada por la reforma. Del 16,2% del año 2012 (cuando el IBGE inicia la serie actual) fue al 11,2% en 2019 (último año con datos disponibles). Según el instituto de estadística brasileño, en los tres años posteriores a la reforma se perdió el 21,7% de los trabajadores sindicalizados. Para tener una referencia, en Argentina la tasa de sindicalización es del 28%, mientras que en los países nórdicos, reconocidos por la buena calidad de vida, esa taza se encuentra por encima del 60% en promedio.

A cuatro años de la reforma laboral brasileña, la quita de derechos de los trabajadores y el debilitamiento de los sindicatos y las negociaciones colectivas no han redundado en mayores niveles de empleo.

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