ANÁLISIS INTERNACIONAL

¿Lula Vuelve?

La anulación de las condenas contra Lula da Silva lo habilitan a disputar la presidencia en octubre de 2022. De los índices de popularidad récord al final de su mandato, a la actualidad de fuerte rechazo de una parte considerable de la sociedad brasileña ¿puede volver al poder?

Por Ignacio Lautaro Pirotta | 14-03-2021 11:00hs

Un fantasma recorre el mundo de las elites brasileñas. La posibilidad del regreso de Lula da Silva al poder, recientemente habilitado para disputar las elecciones presidenciales de octubre de 2022. A pesar de que el país vecino vivió verdaderos años de oro durante su presidencia, sobre todo la segunda, el mercado financiero, el sector agropecuario e incluso los industriales ven con preocupación la posibilidad de su regreso. Si bien hay mucho de ideológico en ese rechazo hacia Lula, también es cierto que existen intereses concretos, sobre todo en relación al sector financiero, contra el que el PT trabó una pulseada durante los años de Dilma Rousseff en el poder.

De hecho, este miércoles, en su primer discurso luego de la anulación de las sentencias en su contra, y que fue un verdadero acto de lanzamiento de su precandidatura, Lula le advirtió al mercado que él está en contra de la autonomía del Banco Central aprobada hace unas semanas por el Congreso y que su prioridad no será la especulación financiera, sino la producción. En cuanto al sector agropecuario, durante el gobierno de Lula se evitaron los conflictos, pero una fuente permanente de rechazo ha sido el vínculo del Partido de los Trabajadores con el Movimiento de los Sin Tierra, al cual Bolsonaro cuando era candidato decía que había que declararlos terroristas. Dado el proyecto basado en el consumo interno, la relación con el sector industrial se supone que debería ser mejor. Sin embargo, encabezados por la Federación de Industrias de San Pablo, el sector fue un férreo opositor durante los años de Dilma Rousseff, a raíz de cuestiones impositivas, pero también, como explica André Singer en su libro Lulismo en crisis, los industriales terminaron poniéndose del lado del sector financiero en la cruzada de Dilma contra los altos intereses, en parte debido a la imbricación del sector productivo en el financiero. Paradójicamente, los industriales también lucraban con las altas tasas de interés que eran un obstáculo para la inversión. En el plano mediático Lula también tiene grandes desafíos. Los grandes medios brasileños están teñidos de antipetismo (anti-PT) y fueron importantes a la hora de movilizar a la opinión pública para remover al partido que estaba entonces desde hacía 14 años en el poder.

Desde los tiempos del proceso de juicio político contra Dilma (2016) y el avance de la Lava Jato contra el PT y Lula (2015 en adelante), el PT perdió la capacidad de articular un discurso que vaya más allá de su propia situación, de la denuncia de la persecución judicial, del enfrentamiento con los medios. El PT se encontraba inmerso en una crisis de su discurso, una carencia de propuestas que logre aunar voluntades. Pero el discurso de Lula de este miércoles parece dar vuelta la página. Lula habló del pasado, de los años dorados que Brasil vivió durante su gobierno, pero también del futuro. Por primera vez en mucho tiempo, el énfasis del discurso estuvo puesto en el proyecto de país y no en su propia situación judicial, el exjuez Sergio Moro o el encono de los medios.

En el dirsurso del miércoles, Lula expresó que está dispuesto a hablar con todos los dirigentes políticos.

Desde que comenzó la debacle del PT en el gobierno, allá por 2013, el partido fue quedando cada vez más aislado, tanto en relación a los actores económicos, como de los políticos. Un dato que muestra ese ensimismamiento del PT son sus candidatos a vicepresidente en las últimas elecciones. De José Alencar, empresario textil que le dio una pata empresarial a la fórmula ganadora de 2002 (Lula-Alencar), luego Michel Temer, líder del histórico partido de centro PMDB y principal pivot de la coalición de gobierno en la era Dilma (hasta que comenzaron a urdir el juicio político, claro) hasta llegar a Manuela D’ávila como vice en 2018, una figura del Partido Comunista de Brasil. D'ávila era el opuesto a un vice que construya más allá del arco ideológico y social propio. Los terceros en discordia en las últimas elecciones también son un síntoma de ese aislamiento. Tanto Marina Silva (20% de votos en 2010 y 2014), como Ciro Gomes (12% en 2018) fueron ministros y aliados importantes durante del gobierno, pertenecientes a la centro-izquierda, pero que luego se enfrentaron al PT.

En el discurso del miércoles, Lula expresó que está dispuesto a hablar con todos los dirigentes políticos. Él en la cancha habilita esa posibilidad, en primer lugar por el poder de atracción a partir de su popularidad, pero también por su habilidad para conversar y negociar con diferentes sectores. Esa habilidad y su experiencia política es a la que intentó recurrir Dilma Rousseff en 2016, cuando quiso nombrarlo ministro Jefe de la Casa Civil (equivalente al Jefe de Gabinete en Argentina) para evitar que en el Congreso avance el juicio político en su contra (Finalmente Lula sería imposibilitado por un fallo de un juez de la Corte Suprema). El perfil concialiador de Lula es el opuesto a Dilma, quien se enfrentó con muchos dirigentes y erosionó su relación con el Congreso. Luego del paso por la cárcel y de todo el crítico período anterior, Lula volvió conciliador. Incluso en los días siguientes Fernando Haddad, candidato a la presidencia en 2018, declaró que Lula buscará conformar una alianza lo más amplia posible y no con miras a ganar las elecciones, sino directamente con miras a gobernar.

Con la Lava Jato fueron encarcelados grandes empresarios de Brasil, incluído el mediático Eike Batista, que en 2012 fue señalado por Forbes como el 6to hombre más rico del mundo y vendido puertas adentro como un modelo exitoso de emprendedor.

Pero para volver al poder, el principal desafío de Lula es el fuerte rechazo de parte considerable de la sociedad, no solo de las élites económicas e incluso mediáticas. El corazón del voluminoso antipetismo se encuentra, sí, entre las clases media y altas; pero también entre los sectores de menores ingresos. Los índices de rechazo a Lula oscilan entre el 45 y el 55%, dependiendo la medición y el momento. La popularidad de Lula, a su vez, se distribuye de manera muy desigual a lo largo y ancho de Brasil. El fuerte continúa siendo la vasta región del Nordeste, que reúne 9 estados, entre los cuales están Bahía, Pernambuco y Ceará, segunda región más poblada, con el 27% de la población del país y tercera en importancia del PBI. Nordeste fue la primera región en ser colonizada y centro de la pujanza económica hasta el siglo XIX de la mano de la producción de caña de azúcar y la utilización de esclavos provenientes de África. El Nordeste se caracteriza por la concentración de población de bajos ingresos y la falta de desarrollo. Ello cambió relativamente durante los años de Lula, cuando la región experimentó una revolución por el crecimiento del consumo interno, motorizado por el programa Bolsa Familia, los aumentos del salario mínimo -que si bien fueron nacionales esa región se benefició con una menor inflación-, las líneas de crédito populares, inversión pública y privada y creación de universidades, entre otros.

Lula dejó el poder el 1ro de enero de 2011 con una aprobación del 83%, de acuerdo a la última encuesta del instituto de opinión pública Ibope, de diciembre de 2010. ¿Qué sucedió entonces para que tengan lugar lo actuales niveles de rechazo? Fundamentalmente la operación Lava Jato y la revelación del esquema de corrupción en Petrobras, la gigante compañía petrolera de Brasil. Odebrecht es la principal empresa constructora envuelta, pero no solo ella. Con la Lava Jato fueron encarcelados grandes empresarios de Brasil, incluído el mediático Eike Batista, que en 2012 fue señalado por Forbes como el 6to hombre más rico del mundo y vendido puertas adentro como un modelo exitoso de emprendedor. Es cierto que la operación Lava Jato se ensañó especialmente con Lula y el Partido de los Trabajadores y que exceptuó mayormente a su histórico rival, el PSDB de Fernando Henrique Cardoso, así como también es sabido que la operación investigó solo los desvíos de Petrobras que tuvieron lugar luego de la llegada del PT. No obstante, la cantidad y diversidad de políticos envueltos en la investigación, así como los hechos que sí se constataron, afectaron enormemente la imagen de Lula da Silva a pesar de la evidente persecución judicial y violación del debido proceso, tal como la Corte acaba de reconocer al anular las condenas.

Pero el efecto de la Lava Jato, y de las investigaciones de corrupción en general, no hubiera sido completo si no hubiera tenido lugar la recesión del bienio 2015-2016. La política de ajustes (contrariando a su base de apoyo) seguidos de crecimiento de la desocupación, fueron lo que marcaron los últimos años de Dilma Rousseff. Para muchos la crisis económica se asocia a la corrupción y el saqueo, y para otros a la política económica de corte “populista”, centrada en el Bolsa Familia y el gasto público. Esos diagnósticos son los que nutren al antipetismo que, si bien ya existía, se convirtió en la corriente protagonista de los últimos años en la política brasileña.

Lula da Silva tiene un capital político más importante que el Partido de los Trabajadores. Posiblemente porque su paso por el gobierno fue una era dorada para Brasil, que en el plano internacional se codeó con los más poderosos, siendo la quinta economía mundial y parte de los países emergentes del BRICS. Los anuncios de que serían sede del Mundial de Fútbol y de los Juegos Olímpicos fueron la cereza del postre. Sobre todo, en materia de logros puertas adentro, Lula ha quedado en parte exento del caos de los años de Dilma. Para ser justos con la ex presidenta, hubo dos años y medio buenos, hasta junio de 2013, cuando tuvieron lugar las manifestaciones en ocasión de la Copa de las Confederaciones. Pero la Era Lula fue otra cosa. Lo vivido durante aquellos años lo graficaba entonces muy bien la tapa de la revista Isto É de agosto de 2010, “Nunca fuimos tan felices”. ¿Volverá?

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