Opinión

Sembrar sin miedos

Existen algunas organizaciones ambientalistas radicalizadas, que se hacen escuchar con más ímpetu que las propias fuerzas productivas del agro, que pregonan miedos sobre el supuesto daño ambiental que producirían los productores y las industrias proveedoras de tecnología sobre los alimentos que comemos.

Por Gerardo Gallo Candolo | 03-11-2019 09:30hs

Este perjuicio al medio ambiente y a las personas no sólo se intenta describir a través de las fumigaciones, sino también por el uso de semillas genéticamente modificadas.

La utilización de imágenes mostrando niños con malformaciones y relacionándolas con fumigaciones de agroquímicos; entremezclándolas con el glifosato (uno de los herbicidas más usados), el “agente naranja” y la Guerra de Vietnam, el cáncer, etc., no son más que golpes bajos que quieren demostrar periodísticamente lo que ni la ciencia ni la tecnología pueden concluir.

Hay muchas organizaciones con buenas intenciones que pueden ser llevadas a esta situación por la vía emocional, pero otras esconden maliciosamente datos probados, irrebatibles, y que nos hacen arribar a ciertas conclusiones que deberían exponerse, sobre todo si se piensa en la salud del prójimo.

Veamos las falacias de estos informes y algunas conclusiones de sentido común.

Si las pulverizaciones son las más sospechadas de producir cáncer, malformaciones y otros padecimientos, deberían darse las mismas con mayor frecuencia entre los propios agricultores y operarios quienes son los que manipulan estos productos; y esto no es así. Con el mismo razonamiento, deberían darse mayor cantidad de casos en las zonas más agrícolas del país, que son las que tienen más años de agricultura, y esto tampoco las estadísticas lo demuestran.

Muchas de estas denuncias provienen de las provincias del Norte, donde estos grupos intentan transmitir que las fronteras agrícolas se corrieron en estos últimos años a expensas de los desmontes, por la soja, (y detrás de ella los sojeros indolentes).

La realidad es que en nuestro país es mínima la agricultura que haya desplazado a montes naturales. La mayoría de esos proyectos, hoy limitados por la Ley, son para propósitos ganaderos, forestales, uso ambiental, y un mínimo son para siembras. Es que los tocones y residuos de los montes hacen poco viable esos emprendimientos. Menos del 0.5% de los 32 millones de hectáreas que se siembran cada año con cultivos extensivos se hacen en Argentina sobre tierras provenientes de montes.

El Este de la provincia del Chaco fue desmontado hace varias décadas para sembrar algodón y en las últimas décadas fue desplazado en parte por otros cultivos más rentables que necesitan menos pulverizaciones que el algodón, al cual hay que cuidar de los insectos que dañan la fibra que se comercializa. Estas fumigaciones que podían ser siete en unos pocos meses se lograron disminuir gracias a la biotecnología, herramienta que estos detractores cuestionan, desconociendo la importancia del avance constante de la tecnología.

(*) Gerardo Gallo Candolo es Ingeniero Agrónomo y Periodista Agropecuario; asesor y administrador de empresas agropecuarias y analista del sector en medios periodísticos: Radio Mitre, Radio Cooperativa y Canal 26.

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