Desde tiempos remotos el ser humano ha aprovechado los fenómenos naturales para asegurar su subsistencia y desarrollar su comunidad de forma tal de mejorar su calidad de vida. Tal vez la actividad más representativa de este hecho sea la agricultura. Esta transformó las comunidades nómadas en sedentarias, lo cual dio lugar a otra ciencia, la astronomía.

Al asentarse el ser humano comenzó a observar los cambios en el cielo de la noche, y con ello a identificar ciclos naturales como lo son las fases lunares o las estaciones. Esto fue orientando la actividad humana en torno a los tiempos naturales, dando una relación que perdura a través de los siglos: el conocimiento de la astronomía en pos de optimizar los procesos y etapas comprendidos por la agricultura.

Un fenómeno de suma importancia para nuestros antepasados, es la Luna llena próxima al comienzo del otoño, en el llamado equinoccio de otoño. En esa época del año, en donde además el día y la noche duran aproximadamente lo mismo, la diferencia de tiempo entre la puesta del sol y la salida de la luna es mínima. La Luna llena alumbrando los campos como un faro fijo, inmediatamente luego del ocaso solar, era la oportunidad perfecta para prolongar la jornada de cosecha, en épocas en donde la luz artificial no era una opción. Fue así como se la bautizó de “La Luna de la Cosecha”