ANÁLISIS INTERNACIONAL

2021: Odisea en el planeta Tierra

La pandemia marca un punto de inflexión en nuestra historia, dinamizando las tendencias pre-existentes y el debate en torno a ellas. Desigualdad y cambio climático despuntan como dos de los principales desafíos.

Por Ignacio Lautaro Pirotta | 27-02-2021 01:50hs

A primera vista el planeta Marte luce semejante a los desiertos rocosos de aquí de la Tierra. Desde el centro del cráter Jazero, que se sospecha fue un lago hace más de 3.500 millones de años, se pueden apreciar a lo lejos las montañas que lo rodean, casi como si se tratase de un paisaje familiar. En Marte no se escucha absolutamente nada más que el viento. Si alguna vez hubo algún tipo de vida, hoy sólo queda el viento, como diría Carlos Alberto Spinetta.

Puedo hacer esta breve descripción del planeta vecino porque vi la transmisión realizada desde el Perseverance Rover, la sonda enviada por la NASA el 31 de julio pasado y que “amartizó” este lunes 22 de febrero y que no solo capturó imágenes en alta definición de la superficie marciana sino que también, por primera vez, registró audios. Casi 7 meses de viaje, 15 minutos de atraso en el envío de la información que viaja a la velocidad de la luz desde Marte hasta la Tierra, imágenes y sonido que fueron reproducidos en dispositivos móviles inteligentes y sensibles al tacto alrededor de todo el mundo. Por cierto, los objetivos del Perseverance Rover son investigar si existió vida microbiana en Marte y estudiar la habitabilidad del planeta a partir de varios estudios, desde los atmosféricos hasta la búsqueda de agua subterránea.

En la obra de Stanley Kubrick, “2001: Odisea en el espacio”, estrenada en 1968, los seres humanos se encontraban en una misión para llegar por primera vez al planeta Júpiter. En 2021, veinte años después del año en que se ambienta la película, todavía no hemos llegado a Marte, el planeta más próximo. El “futuro” de las películas de ciencia ficción a veces tarda bastante más en llegar, aunque cuando lo hace suele ser mucho más sorprendente que las creaciones de ciencia ficción. La creatividad siempre se ancla en la experiencia conocida, de allí su principal limitación.

La odisea que estamos atravesando es tal que habiendo desarrollado vacunas en tiempo récord, al ritmo actual la población mundial estará totalmente inmunizada recién para 2024, quedando sujetos al riesgo de nuevas mutaciones.

El inicio del año 2021 nos encuentra con un artefacto de alta tecnología desplegado en Marte con la misión de estudiar las posibilidades de habitar aquel planeta. Sin embargo, hoy nuestra odisea no es en el espacio, sino aquí en la Tierra. La pandemia del Covid-19 ya se cobró 2,5 millones de vidas en todo el globo, más de 50 mil en nuestro país, y puso en evidencia nuestra fragilidad no sólo biológica, sino también la de nuestras sociedades. Las dificultades de cooperación y los enfrentamientos encarnados estuvieron a la orden del día, tanto en el plano internacional -sin liderazgo y más competencia por los recursos que otra cosa- como en el doméstico. La odisea que estamos atravesando es tal que habiendo desarrollado vacunas en tiempo récord, al ritmo actual la población mundial estará totalmente inmunizada recién para 2024, quedando sujetos al riesgo de nuevas mutaciones. Mientras tanto, las grandes potencias continúan oponiéndose a la liberación de las patentes de las vacunas, algo que permitiría acelerar el ritmo de producción y salvar miles de vidas.

En rigor, el “viaje” comenzó en 2020, y no terminará en 2021. La pandemia de Covid-19 es la mayor crisis global para la mayoría de las generaciones actuales. En términos de caída del PBI, sólo superada por las dos Guerras Mundiales (1914-1918, la primera; 1939-1945, la segunda) y la Gran Depresión de 1929. En su libro “La disputa por el poder global”, Nicolás Creus y Esteban Actis definen a la actual pandemia como un “evento con impacto sistémico”. Son eventos de este tipo todos aquellos que afectan los intereses, comportamientos y expectativas de todos y cada uno de los actores que cohabitan el escenario internacional, sean Estados, corporaciones privadas, organizaciones gubernamentales o no gubernamentales. Como bien dicen los autores, en las dos décadas que han transcurrido del siglo XXI ya hemos vivido otros dos eventos con impacto sistémico: los atentados a las Torres Gemelas, en 2001, y la crisis financiera de 2008, iniciada con la quiebra de Lehman Brothers.

La pandemia será sin dudas un punto de inflexión en la historia, un acontecimiento que moldeará nuestro futuro. Desde los efectos en la economía,  nuevas formas de consumo y la declinación de otras, la enorme crisis para determinadas industrias (turismo internacional, por ejemplo) y el ocaso para muchas empresas. En el plano social,  uno de los fenómenos que más marcan nuestra época es la desigualdad. En 2017, la ONG Oxfam emitió un informe según el cual las ocho personas más ricas del mundo poseen más dinero que la mitad de la población mundial junta. De acuerdo al World Inequality Lab (2018), en las últimas décadas la desigualdad se ha incrementado en casi todas las regiones del mundo y el 1% de mayores ingresos duplicó los ingresos del 50% más pobre, al tiempo que la clase media se ha reducido. Según Actis y Creus en el mencionado libro, los eventos con impacto sistémico no generan cambios abruptos, sino que suelen ser grandes dinamizadores de las tendencias ya existentes y en curso. Para Oxfam, en tan solo nueve meses las 1.000 personas más ricas del mundo ya han recuperado lo perdido durante la pandemia, mientras estima que la pobreza se incrementó en entre 200 y 500 millones de personas, pudiendo ser necesarios 10 años para volver a los niveles anteriores de pobreza global. Además, podemos ver cómo la pandemia afectó de manera desigual a los países más y menos desarrollados. América Latina, por una conjunción de factores entre los que se destaca la pobreza, fue el continente más golpeado. La distribución de las vacunas, como es sabido, ha quedado atravesada por las desigualdades entre los países, siendo los más ricos y poderosos los primeros en aprovisionarse. Como están las cosas, la pandemia del Covid-19 moldeará un mundo todavía más desigual.

No obstante existen propuestas relacionadas con la disminución de la desigualdad que han ganado fuerza a nivel internacional en los últimos años, como el impuesto a las grandes fortunas y la renta universal mínima. Multimillonarios como Bill Gates, George Soros y Warren Buffett, entre otros, expresaron la necesidad de que los más ricos paguen más impuestos. En las últimas décadas, sobre todo a partir de la llegada de Margaret Thatcher y Ronald Reagan al poder en los ochenta, en Reino Unido y Estados Unidos, respectivamente, la hegemonía neoliberal ha avanzado en la reducción de impuestos a los más ricos. De acuerdo a un reciente artículo en la BBC Mundo, hay estudios que muestran que esa reducción de impuestos no surtió efectos positivos y que revertir la tendencia tampoco sería un problema para la economía global. Por otro lado, el debate sobre la implementación de una renta básica universal viene creciendo en varios países. Para la subsecretaria general de las Naciones Unidas, Kari Wignaraja, la renta básica universal es una necesidad y debe ir acompañada de un incremento de los impuestos a los más ricos.  Simultáneamente y en contraste, por estas latitudes se observa la emergencia de los llamados libertarios, críticos acérrimos de toda forma de intervención estatal Este, por medio de su monopolio para cobrar impuestos, está en el centro del debate. En otros casos la llamada meritocracia es puesta como principio ordenador de la sociedad casi que exclusivamente, y aunque la compensación y el logro de acuerdo a los esfuerzos y méritos propios resulte sin dudas muy valiosa, no se puede ocultar -como se intenta- el hecho de que el 80% de las fortunas millonarias en la Argentina provienen de herencias (BBC, 11/02/2021) y no de emprendedores que inician de cero, al estilo Steve Jobs. Dicho de otra forma, el mérito es muy valioso, pero no puede servir como mantra para tapar la desigualdad estructural.

Otro fenómeno que marca nuestro tiempo es el calentamiento global. Los fenómenos climáticos extremos, como sequías, incendios forestales de grandes proporciones, inundaciones, olas de calor y de frío son cada vez más frecuentes. Para la agencia de Medio Ambiente de las Naciones Unidas, es necesario evitar que la temperatura promedio global suba más de 1,5 grados para fines de este siglo. Actualmente las dos principales potencias mundiales han anunciado esfuerzos orientados a reducir significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero. En septiembre pasado, China anunció la meta de llegar a cero emisiones en 2060. En Estados Unidos, Joe Biden ganó las elecciones marcando un contraste con el negacionismo de Donald Trump en esa materia y anunciando que el cuidado del Medio Ambiente será central en la política exterior norteamericana, así como el regreso al Acuerdo de París. La pandemia ha mostrado la fragilidad del ser humano y cómo la naturaleza puede barrer “la normalidad” de un momento a otro y en una escala global. En ese sentido, parece como una advertencia para las posibles vicisitudes de la humanidad en caso de que no se altere el actual rumbo de degradación de nuestros ecosistemas.

En resumen, la pandemia del Covid-19 es un punto de inflexión en la historia. La recuperación pospandemia representa un desafío enorme y en el cual la desigualdad y el cambio climático despuntan como algunos de los más acuciantes. Pero no se trata solo de 2020, de 2021 o de algunos años más allá de la pandemia. ¿Continuará la tendencia de crecimiento de la desigualdad o se adoptarán políticas para tratar de reducirla? ¿Se adoptarán medidas para reducir el impacto de la actividad humana sobre el medio ambiente o se continuará por la senda del calentamiento global? Quizás estos y otros interrogantes sean centrales en la odisea de la humanidad en este siglo, el cual tiene un punto de inflexión en la pandemia actual. La creatividad del ser humano para sortear estos desafíos será crucial, pero lo será más aún la capacidad para conciliar los intereses particulares en pos de un bien general. Siglo XXI: Odisea en el planeta Tierra

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